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Columnistas

Guzmán o el ministro que no quería ser otro Walking Dead

PJ unidad

Por Jairo Straccia

La expresión “zombie” viene ganando terreno en el mundo de la economía y los negocios en los últimos años. En el arranque de la pandemia, el economista jefe del banco Morgan Stanley, Ruchir Sharma, metió un gol de esos que hace que luego te inviten a seminarios y clavó en una columna en The New York Times la idea de que había “empresas zombies” al hablar de las compañías que quedaban con tal nivel de deuda y tan pocos ingresos que estaban virtualmente muertas aunque parecieran vivas.

Un tiempo antes, ya venía despuntado en esta metáfora el premio Nobel de Economía, Paul Krugman, al punto que terminó publicando un libro titulado  “Contra los zombies”, donde la usa en al menos dos sentidos. Uno, para referirse a las “ideas zombies” que según él ya han sido rebatidas en reiteradas oportunidades y sin embargo se siguen usando; y por otro lado la aplica para nombrar lisa y llanamente a los que defienden esas ideas. De hecho, ayer mismo atendió por Twitter a los “monetaristas zombies” que están advirtiendo riesgo de escalada inflacionaria en Estados Unidos por la expansión de la cantidad de la plata que hay en la calle a raíz del plan del gobierno de Joe Biden.

La Argentina está a punto de incorporar una aplicación power para tan útil expresión, como para pegar un par de conferencias y parar la olla. La extraña dinámica de gestión del Frente de Todos -léase el quilombo latente entre Alberto y Cristina, o entre albertistas y cristinistas- viene generando un gabinete de ministros zombies. Ministros caminantes, como traducen en el subtitulado de la serie The Walking Deads a los walkers que acechan a la población en el clásico de AMC que ya lleva 10 temporadas. Funcionarios que deambulan como si estuvieran vivos pero están muertos políticamente porque no tienen incidencia en el rumbo de las áreas a las que fueron destinados.

La extraña dinámica de gestión del Frente de Todos viene generando un gabinete de ministros zombies.

Un ejemplo claro es el del ministro de Educación, Nicolás Trotta, que luego de quedar en offside por diez metros al sostener la presencialidad de las clases el mismo día que el Presidente la suspendió a mediados de abril, camina sin un destino claro. Otro, más cruel, fue el de Marcela Losardo, la ministra zombie de Justicia durante prácticamente todo el primer año de gobierno de Fernandez, hasta que le clavaron el cuchillo en la cabeza con una embajada hermosa ante Unicef, con sede en París.

Agggggggg!!!!

En esas calles desiertas de lo que a veces parece el apocalipsis albertista, asoma una novedad en las últimas horas. El ministro de Economía, Martín Guzmán, empujado a ser otro ministro Walking Dead luego de querer y no poder echar un funcionario de tercera línea que respondía al Instituto Patria y de intentar fijar su política tarifaria y fiscal y recibir la corrección pública y privada del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, no parece dispuesto a deambular a la espera de que le den el tiro en la sien. Los que lo conocen mucho, repiten: “no subestimen su carácter”; “se preparó toda su vida para ser ministro de Economía y no lo va a regalar asi nomás antes de los 40 años”; “toda su libido está puesta en el cargo”; “le interesa dar el debate en público y jugar fuerte hasta el final”.

Así explican su reaparición del viernes durante el anuncio de la ampliación de la Tarjeta Alimentar para los hijos de hasta 14 años. Una semana exacta después de intentar remover a Federico Basualdo de la subsecretaria de Energía Eléctrica y recibir el cruce contundente del entorno más cercano de la vicepresidenta Cristina Kirchner, ahí estaba el desautorizado ministro haciendo mención explícita a los subsidios energéticos, “un tema sobre el que ha aumentado la visibilidad del debate público en estos días”, tragó saliva. Y acto seguido, disparando que “hay que ser autocríticos” porque hay un esquema que favorece a los ricos. 

Fue una forma de bancar la parada que puede leerse de mil maneras: desde que dio la visión técnica para convencer a los propios hasta que jugó fuerte al criticar un sistema que viene desde la gestión de Cristina y Kicillof. De paso insistió con la tarea inconclusa de segmentar tarifas que le achaca a su subordinado Basualdo, porque nuestro país viene tardando más en dejar de subvencionar la energía en los countries que el mundo en hacer una vacuna contra el coronavirus. Dato: tras el acto completo transmitido por Presidencia, el Ministerio de Economía cortó los 9 minutos de Guzmán y los subió a su propio canal de YouTube, donde puede verse que no es algo que se haga con todas las apariciones del economista.

Pero ojo, porque la puesta en escena en la que habló Guzmán quizás dice más. Si el ministro quiere convencer al guionista de que un zombie puede volver a estar vivo posta para que su papel no sea solo esperar a que lo liquiden, sabe que -como se dice ahora- nadie se salva solo. Habló rodeado del resto del gabinete económico que piensa como él. La vicejefa de gabinete, Cecilia Todesca, ha dicho por radio que lo peor que puede pasar es darle plata al que no lo necesita. El ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, ya dejó todo escrito en el libro “Los tres kirchnerismos”. Pero además, expuso sus argumentos junto al jefe de Gabinete, Santiago Cafiero y el mismísimo Presidente, que supuestamente lo apoyaron en el “rediseño del área energética” que luego tuvieron que guardarse en el bolsillo. Por eso, tal vez anteayer asistimos a algo más grande: el dramático intento de mandar una señal hacia dentro y hacia afuera de que el albertismo económico resiste. El riesgo del basualdazo ya no era tener otro ministro caminante sino que directamente todo el gobierno -incluido el primer mandatario- pareciera zombie.

El dramático intento de mandar una señal hacia dentro y hacia afuera de que el albertismo económico resiste.

Muchas unidades

Fue una semana con tantas fotos con significado que hay que ponerse a estudiar a Ferdinand de Saussure o armar una charla de semiología para intentar sacar conclusiones. Si el viernes tuvimos la foto de la unidad del albertismo, el martes La Cámpora se había esforzado en difundir de manera increíble un acto de Basualdo con su discípula en el ENRE, Soledad Manin, en el sindicato de Luz y Fuerza. Se delataba la intención con la foto de la resistencia del subsecretario con más aguante del mundo, un tipo del que nunca se había comunicado prácticamente nada y ahora si va al super es noticia. En el medio, hay que recordar, había sido el acto en Ensenada, donde Cristina, Alberto, Axel y Massa posaron caminando en una imagen que tenía tanta onda “Los Simuladores” que solo le faltaba la lluvia y los sobretodos. Esa fue la foto de la unidad del Frente de Todos, que como se ve, se compone de las unidades de los espacios que se están matando adentro, pero que nunca van a romper, dicen, porque afuera están el neoliberalismo y el lawfare, Macri y Magnetto.

Detrás de las fotos, los posteos, los videos y los comunicados, sin embargo, perduran las diferentes miradas económicas. Aunque el detonante de la interna económica fue el porcentaje de aumento para las tarifas de luz y de gas como contracara del recorte en los subsidios del Estado, está claro que el debate de fondo es por el nivel de gasto público que debe haber en un contexto de segunda ola de coronavirus que en principio no estaba previsto en el Presupuesto 2021. Pero yendo al detalle, el principal matiz de las discusiones entre Kicillof y Guzmán respecto de cuánta plata volcar en la calle es otro: el posible impacto en el dólar.

El gobernador bonaerense y su ministro de Producción, Augusto Costa -máquina de desmentir que vaya a reemplazar a Guzmán- se enervan con el argumento de que si se vuelcan más pesos a la economía terminan empujando no solo el consumo sino también el dólar, ya sea porque la clase media con capacidad de ahorro va a las cuevas o porque los más pobres compran fideos y ponele que Molinos que fabrica los Luchetti recibe los pesos y con eso va al dólar. En una economía con pocas divisas y restricciones en el acceso al mercado de cambios, dice Guzmán, esto derivaría en un aumento de la brecha entre el tipo de cambio oficial con el paralelo, acelerando la salida de reservas y por ende frenando la actividad económica que se intentaba reactivar. “Esa es la idea que hay que combatir, la falsa lógica de que la emisión va al dólar, porque si no, no se podría hacer nada en materia de política económica”, señalan en La Plata, donde cada vez alternan más la gestión de la provincia más grande del país con la intervención en el rumbo de la política económica nacional.

Y es en la evolución de estos hechos donde radica la estrategia de supervivencia final de Guzmán. Como cuando se enfrentó en otro debate interno el año pasado con el titular del Banco Central, Miguel Pesce, sobre cómo domar al dólar y parecía relegado hasta que el blue al borde de los $200 le liberó el camino para actuar, ahora fantasea con alguna forma de desenlace similar. Está al límite, bordeando la cornisa del respaldo político en el oficialismo y tiene enfrente al que fue el ministro de Economía más elogiado por Cristina Kirchner, la dueña de los votos. Pero su convicción radica en que está lidiando con políticas fiscales, cambiarias o energéticas que él considera que ya fueron desmentidas por la realidad argentina en los últimos años, pero que aún persisten y no contribuyen a tranquilizar la economía. Ideas zombies, la ultima pelea del ministro para no ser otro Walking Dead.