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Columnistas

Michael Collins y la foto que retrató a toda la humanidad

Por Santiago Bluguermann (*)

El célebre astronauta del Apollo 11 hizo historia, no sólo al viajar a la Luna, sino por una imagen icónica. Aquí la historia detrás del clic.

20 de Julio de 1969. Mientras el módulo Águila del Apollo 11, con Neil Armstrong y Edwin Buzz Aldrin en su interior, busca su destino en la superficie lunar y los ojos de casi todos los habitantes de la Tierra viajan con ellos, Michael Collins queda solo en el Columbia, el módulo de comando. Tan solo como hasta ese entonces nadie haya estado jamás. Durante 21 horas y media orbitará la Luna y cada vez que nuestro satélite natural se interponga entre la nave y la Tierra perderá todo contacto con Houston. El hombre más solo del mundo.

Aunque no le tocó pisar la Luna el rol de Collins, fallecido el miércoles a los 90 años, fue tan importante como el de Armstrong y Aldrin y su aventura en el módulo Columbia no estuvo exenta de adrenalina, incertidumbre y hasta de una foto que quedaría en la historia. 

Sin Collins el resto de la tripulación no hubiera podido regresar a la Tierra. Y si algo le sucedía a sus compañeros, él tendría que volver solo. 

“Es en ese momento donde se siente la soledad, reforzado por el hecho de el corte abrupto de la radio que me comunicaba con la Tierra en el preciso momento en que desaparecía detrás de la Luna. Estoy solo ahora, solo de verdad. Soy eso. Absolutamente aislado de cualquier tipo de vida conocida”, escribió sobre la experiencia.

“Si uno hiciera la cuenta, el resultado daría tres mil millones de habitantes + dos (por Armstrong y Aldrin) de un lado de la Luna y uno + Dios-sabe-qué-otra-cosa del otro lado”. 

A 300 mil kilómetros de distancia, en la Sala de Control de la NASA en Houston y en medio de la excitación por el logro un encargado de prensa soltaba reflexiones bíblicas frente a los periodistas: “desde Adán que nadie ha conocido semejante soledad como la que Mike Collins experimentó durante esos 47 minutos que le llevaba atravesar el lado opuesto de la Luna, sin nadie con quien hablar más que con su grabadora de cinta”. 

La prensa norteamericana lo bautizó el Hombre Más Solo del Mundo, algo que en principio no le cayó en gracia a Collins pero que con el correr de los años tomó con sardónica acidez. 

Mientras Armstrong declaraba aquello del pequeño paso para el hombre pero un salto gigante para la humanidad, Collins orbitaba 100 kilómetros más arriba masticando una duda que por momentos se convertía en pesadilla: qué pasaría si sus compañeros no lograban despegar a su encuentro? Cómo tomarían en la Tierra su regreso en solitario? Su “terror secreto” era que lo culparan de haberlos dejado. “Iba a quedar de por vida como el que los abandonó allá arriba” confesó en una entrevista en 2019, 50 años después de la hazaña. “Hubiera sido una terrible y horrorosa catástrofe”. 

Sin embargo el módulo Lunar logró despegar y cuando iba a su encuentro, Collins tuvo tiempo para una hazaña más. Una hazaña fotográfica

Aunque hoy parezca insólito, el rol de las cámaras –y de quiénes oficiarían de fotógrafos – no fue algo a lo que la NASA y los propios astronautas le prestaran la debida atención dentro del mar de detalles y cuestiones a resolver que acarreaba semejante aventura. 

Desde hacía unos cuantos años la NASA tenía un convenio con la célebre marca alemana de cámaras y lentes Hasselblad. Los germanos habían provisto a la misión de 3 dispositivos  (dos para la superficie lunar y una para el módulo Columbia) especialmente tuneados para poder ser manejadas por los astronautas aún con el traje y los guantes puestos.

Con los astronautas ya en la Tierra, la NASA notó que prácticamente no había fotos de Armstrong en la superficie lunar y que casi todas eran de Aldrin (incluyendo la famosa foto que apareció en la tapa de la revista Time), puesto que fue Neil quien hizo mayor uso de su cámara. Buzz estaba ocupado en otras tareas y casi no le dedicó atención al tema fotos, un rol que no le había sido asignado.

Pero 100 kilómetros arriba, Collins, boyando en la órbita lunar sí tuvo tiempo para dedicarse a su cámara. Y a registrar un momento icónico. El del regreso a casa. El único de los tres que no pisó la Luna, inmortalizó a todos los habitantes de la Tierra. Los vivos y los que yacían muertos desde el inicio de los tiempos hasta aquél día de julio en algún lugar del planeta.

Toda la humanidad y sus dos compañeros quedaron registrados en el negativo color de la Hasselblad. Solamente él, Michael Collins, el hombre más solo del mundo, había quedado detrás de la lente.

(*) Conductor de HaganCorrerLaVoz por undinamo.com y fotógrafo.

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