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Educación diferenciada: hay 2.250 colegios de un solo sexo en el país

Por Sol Martínez Ferro

En la Argentina funcionan más de 2.000 escuelas con matrícula de un solo sexo. Conocida como “educación diferenciada”, esta modalidad se basa en la premisa de que varones y mujeres tienen ritmos de crecimiento y necesidades diferentes, y atender a esas particularidades permite mejorar su rendimiento académico. ¿Qué opinan quienes apuestan por estas instituciones? ¿Cómo se ven atravesadas por las discusiones del siglo XXI?

En primera persona

Juan está cursando quinto año en el Colegio Los Molinos, en la localidad bonaerense de Munro. Estudia en la misma escuela desde la primaria y en su camada actual son 90 varones. “Nos llevamos todos muy bien, somos muy unidos. Fuera del colegio nos juntamos bastante, salimos a jugar al fútbol, hacemos asado. Eso está bueno”, contó a Diario Con Vos.

El promedio de alumnos del colegio Los Molinos ronda los mil estudiantes y las inscripciones se mantienen estables desde el 2000.

Los Molinos tiene casi 50 años de trayectoria y forma parte del Grupo Educativo Apdes, una institución que nuclea a 21 colegios y jardines de infantes con 7.200 alumnos y alumnas. apunta a una “formación integral de calidad que atiende todas las facetas de la persona: intelectual, afectiva, artística, deportiva, social, ética y espiritual”, según su web.

Los cimientos del colegio Los Molinos, en Munro.

Consultados por este medio, desde el colegio informaron que desde el año 2000 el promedio de alumnos ronda los mil estudiantes y las inscripciones se mantienen estables.

“Está bueno porque siempre estamos juntos y somos todos pibes y amigos”, agregó Juan. Si bien conoció a su mejor amiga mujer en clases de comedia musical, hace dos o tres años, no tiene una relación tan cercana como con sus compañeros de aula. “Soy más amigo de los de mi curso porque los conozco hace once años, desde primer grado, y es otra cosa”, explicó.

Previo a la irrupción de la pandemia, en la barranca de Gaspar Campos y Agustín Álvarez, un imponente castillo de estilo neogótico rodeado de parque alojaba a cientos de niñas y adolescentes todos los días desde 1962. El Michael Ham Memorial College, también del partido de Vicente López, es un instituto solo para mujeres, como Sofía, exalumna de primaria y secundaria. Si bien la elección fue exclusivamente de sus padres, ella nunca sintió el deseo de cambiarse de colegio.

El Colegio Michael Ham, en Vicente López.

Durante la primaria ni noté que era solo de mujeres, era algo a lo que no le prestaba atención. Disfruté mucho esa etapa”, rememoró. “En cambio, cuando empezamos a ir a fiestitas con mis amigas me di cuenta de la diferencia. Nosotras conocíamos chicos, pero no teníamos un grupo de amigos de confianza. Faltaba ese día a día de amigos varones”.

Entre la tradición y las nuevas discusiones

La piedra angular del sistema educativo argentino fue la Ley de Educación Común, Gratuita y Obligatoria (Nº 1420). Aprobada en 1884, nació al calor de fuertes debates en torno al nivel de injerencia de la Iglesia, el Estado y las familias en esta materia, y contemplaba únicamente el nivel primario.

A pesar de eso, nuestro sistema se constituyó desde el principio como mixto. En esa línea, la obligatoriedad suponía la existencia de una escuela pública que estuviera al alcance de todos los niños y niñas. Las fuertes presiones eclesiásticas hicieron que la ley no aludiera al carácter laico de la educación y la religión quedó habilitada en calidad de optativa.

Casi 140 años y múltiples revisiones después, el último relevamiento realizado por el Ministerio de Educación de la Nación calcula que en la Ciudad de Buenos Aires no queda ninguna escuela pública con matrícula de un solo sexo. Entre los privados se pueden encontrar 8 de nivel inicial, trece de primaria y doce de secundaria.

Alumnas del Michael Ham.

El informe fue realizado por el Gobierno porteño en 2019 y los datos son estimativos: no se construyeron en función a la oferta, sino por la cantidad de estudiantes de cada sexo. No obstante, a nivel nacional el número aumenta de forma abismal: la proyección arroja un total de 2.247 colegios.

“Las familias nos apoyan con una incondicionalidad muy grande, hay un vínculo enorme. Acá decimos que son de la vieja guardia, porque fueron ellas las que lo sacaron adelante”, revelaron desde Los Molinos. “Esto no lo impulsó ninguna congregación, sino las mismas familias junto con los directivos y los maestros”.

Sin embargo, el debate en torno a estos modelos educativos se tornó aún más complejo en los últimos años. Por ejemplo, la sanción de la Ley de Identidad de Género (Nº 26.723) abre el interrogante: ¿Es posible conciliar su ejercicio en el marco de estas escuelas diferenciales?

Una discusión similar se presenta en relación al Programa Nacional de Educación Sexual Integral (Ley Nº 26.150), creado en 2006. La ESI incluye a niños, niñas y adolescentes de todas las escuelas públicas y privadas del país, tanto confesionales como laicas. Su efectiva implementación ha sido motivo de lucha de distintas organizaciones sociales.

Se pensaba que las mujeres y los varones no podían estar juntes porque se iba a generar tensión sexual. Tenemos que seguir impulsando una educación mixta aunque por sí sola no garantice que tenga un enfoque de género, derechos y educación sexual integral”, analizó Graciela Morgade, doctora en Educación.

“En Argentina, la tradición de los colegios de un solo sexo tuvo que ver con que se pensaba que las mujeres y los varones no podían estar juntes porque se iba a generar tensión sexual. Tiendo a pensar que esto se relaciona con la represión sexual, y que tenemos que seguir impulsando una educación mixta. Pero esto no garantiza que tenga un enfoque de género, derechos y educación sexual integral”, analizó Graciela Morgade, doctora en Educación y Subsecretaria de Participación y Democratización Educativa.

¿Libertad de elección o imposición anticuada?

La mamá de Juan, Verónica, recuerda que eligió anotarlo en Los Molinos por su experiencia como docente en instituciones de educación diferenciada. “Mis hijos fueron a un jardín mixto y luego al colegio de varones —explicó—. Ni Juani ni ninguno de sus cuatro hermanos hicieron ningún reclamo. Una vez les pregunté puntualmente si preferirían un colegio mixto. La primera reacción fue ´¡obvio!´, pero cuando indagué reconocieron que estarían más distraídos, se sentirían más cohibidos y habría cosas que no podrían decir o hacer”.

En cambio, mirando su experiencia con ojos de hoy, Sofía evalúa que “había muchas peleas internas entre grupos de amigas e inseguridades del qué dirán” porque “las mujeres pueden ser más criticonas”. “Creo que en un colegio mixto esto se descontractura porque los varones pueden ser más simples”, argumentó.

Si bien en su momento Verónica tuvo dudas, considera que el tiempo le dio la razón. “Ir al colegio de varones no repercutió de ninguna manera negativa en su capacidad para relacionarse con chicas. Hace las actividades extracurriculares en grupos mixtos con toda naturalidad, y los mayores tienen amigos y amigas”, detalló. En el caso de Sofía, coincide en que nunca tuvo problemas para vincularse con varones.

Alumnos del Cardenal Newman, en San Isidro.

Además, desde Los Molinos aseguran que muchas familias eligen ese colegio por otros motivos por fuera de la división entre varones y mujeres. “A veces tenemos otras cosas que les interesan, y tampoco están en contra de algo diferenciado —apuntaron—; viene con el paquete que buscan”. De hecho, casi el 50 por ciento de la población estudiantil actual viene de familias de exalumnos.

En principio, desde la perspectiva de Morgade no es posible esbozar grandes hipótesis ni conclusiones al respecto. No obstante, la funcionaria aclara que no cree que una escuela de varones necesariamente devenga en personalidades violentas, machistas o que no puedan establecer vínculos de igualdad.

Cuando les pregunté a mis hijos si preferirían un colegio mixto, reconocieron que estarían más distraídos, se sentirían más cohibidos y habría cosas que no podrían decir o hacer”. (Verónica, mamá de cinco hermanos de Los Molinos)

“Quienes nos dedicamos a las ciencias sociales sabemos que la experiencia es un producto de muchos factores. Entonces, ¿qué puede significar estar en una escuela de un solo sexo? Creo que no se puede generalizar. Yo diría que, en términos de experiencia social, humana y política, se privan de una construcción identitaria más rica por la incorporación de voces, miradas o experiencias cis y transgénero”, profundizó.

En el caso de Sofía, hoy ratifica que elegiría un instituto mixto. “Como sociedad convivimos y nos complementamos”, sostuvo. Todavía en el colegio, Juan cuenta que juntarse con chicas “se complica” y que siente que “no tiene mucha opción”, pero que vive su educación con naturalidad.

En Ciudad de Buenos Aires no quedan escuelas pública con matrícula de un solo sexo. Entre los privados hay 8 de nivel inicial, trece de primaria y doce de secundaria.

Me han dado ganas de tener chicas en el aula porque por ahí es más divertido. Cuando somos solo varones por ahí se descontrola la cosa. Estaría bueno tener una chica para que por ahí mejore un poco eso. Pero por ahí también se genera tensión o lío entre nosotros”, relató.

¿Si le gustaría cambiarse de colegio? “Si empezara de nuevo, por ahí elegiría uno mixto, pero la verdad es que ya me acostumbré a estar con chicos y la paso re bien. No, no me cambiaría”, dijo.

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