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Columnistas

Con la muerte dando vueltas

Ya está. Hay que resetear el año. Entramos a otra nueva peor semana de la pandemia en la Argentina. Urge salir de las peleas nivel Twitter y hablar en serio. Son los números, es la calle, son los hechos los que están imponiendo la necesidad de una reacción conjunta para enfrentar una catástrofe. Hay una acelerada cuenta regresiva a un drama que nunca vimos. La tragedia asoma a la vuelta de la esquina. Pasamos de tener todos un conocido con Covid, a tener cada vez más seguido casos de gente que pasa horas en una ambulancia hasta conseguir una internación. No se trata de meter miedo. Está la muerte dando vueltas.

El 4 de abril, el informe oficial de la Ciudad de Buenos Aires mostraba una ocupación de las camas de terapia intensiva en el sistema público del 37%. Ayer era 79,7%. Son 359 plazas sobre un total de 450. Quedan menos de 100. ¿Cuántos días faltan hasta que se llenen todas? ¿Cuatro? ¿Cinco? Le pueden agregar 100 salas de shock room adaptadas. ¿Qué son? ¿Cinco días más? El sistema privado ya está al 100% hace por lo menos una semana. Un caso: la clínica Mater Dei tiene 17 pacientes intubados sobre 14 camas de terapia.

Varios distritos del Gran Buenos Aires también están llegando al límite en cuidados intensivos: Ituzaingó (93,10%), San Isidro (90%), Escobar (88%), Berisso (87,10%), Berazategui (85,7%), Vicente Lopez (85,10%), Merlo (82%) encabezan las urgencias. La Matanza, Lanús, Lomas de Zamora y Moreno, entre los más populosos, se acercan al 80%. Y por necesidad o irresponsabilidad, todo el mundo está en la calle, ya sea en La Salada o en el Triangulo de Bernal o en el Unicenter.

En Santa Fe, la ministra de Salud, Sonia Martorano, dice que la situación está por desbordarse con más del 90% cubierto. El resto del país va viendo como le sube la marea. La segunda ola resume que es mucho peor que la primera porque nadie tiene asegurada una cama para atenderse si se pone grave. Nadie de los que se agarren Covid, pero tampoco nadie de los que les toque un accidente con el auto o un hecho de inseguridad que lo mande al hospital.

Todavía no hubo que aplicar el protocolo para definir a quién le toca usar el respirador, el fantasma esquivado en 2020. Pero hablar con un terapista intensivo es viajar a un trauma cotidiano que te saca del pelotudeo. Idea: que sea obligatorio en todas las reuniones entre Nación, Ciudad y Provincia la presencia de uno de los héroes que acompañan a los pacientes en los momentos más difíciles para que imponga una boludez alert cuando asoman las diferencias poco importantes. Arnaldo Dubin, referente de esos profesionales, dice que nunca los han invitado. Se entiende.

Hay problemas con los fármacos para la sedación. Escasean las drogas para dormir a los pacientes para intubarlos. A veces se indican entonces drogas clase B. Se empezó a racionar el oxígeno a las industrias que lo usan como insumo químico. Metalúrgicas o cristaleras del Gran Buenos Aires ya recibieron el aviso de que no habrá entregas por tiempo indeterminado. El gigante acerero Gerdau paró la planta en Santa Fe por la falta de ese producto. La prioridad obviamente es que vaya todo al sector salud. Y aun así no hay todo lo que hace falta.

El plus argento

La pandemia no tiene invictos. Es una peste que ha paseado a todos los gobiernos en el mundo. Ha sido peor con los irresponsables y negadores, pero también cruel con los que se apoyaron en el saber y la ciencia o trataron de pelearla con las herramientas que tenían. No hay reproches en ese punto.

El pifie groso está en cómo se ha ido regalando desde el año pasado la credibilidad de las autoridades que ahora haría tanta falta para poder tomar medidas drásticas como un cierre total al que todos le dieran pelota. El Club de los que se Comieron el Amague cada vez tiene más socios porque los que tienen que gestionar este quilombo están bailando para Tik Tok a milímetros del abismo. 

Explicame qué hace la interventora del PAMI, Luana Volnovich, yendo a producir con un hilo de Twitter con fotos y videos desde las postas de vacunas de la obra social en la Ciudad porque hubo algún problema en la inscripción que, como mínimo, es de responsabilidades compartidas, en vez de pegar un llamado y tratar de resolverlo lo más rápido posible. Al igual que cuando en las primeras 20 páginas del diario Clarín se culpa a Cristina Kirchner, Axel Kicillof o “los K” de todos los males del país, lo mismo pasa con la catarata del kirchnerismo que le atribuye prácticamente todos los problemas a Horacio Rodriguez Larreta. Se delata la intención, o como diría Shakira, se acaba el argumento y la metodología.

Ahora explicame también qué hace el jefe de Gobierno porteño recorriendo escuelas y mandando fotos a la prensa para mostrarse como el abanderado de la educación. Más allá del debate sobre cómo ensamblar clases presenciales en un país pobre con el combate del fucking virus, recontra confirma todo el tiempo que está a full lanzado en la construcción de una candidatura presidencial de cara a 2023. Más desubicado no se consigue. Los carteles que tendrían que decirme como esta avenida Córdoba (bueno, ya se sabe igual) o si hubo un choque en algún lado este viernes tiraban “Educacion: cada dia cuenta” y “Cuidarlos es cuidarnos”. Casi choco por sacarles la foto que acompaña la nota. Sale multa.

La palabra de todos se devalúa en el peor momento. Había una época en que el Presidente metía gráficos, hablaba rodeado de otros líderes. Era un profesor dando la pelea. Hoy mete un mensaje grabado con errores y menos de 10 horas después sale a completar, aclarar o confundir por radio. Más filminas y menos Gato Sylvestre, Alberto. Encima clava tuits vacunando gorilas y si lo juntas con que se inocula como estratégico al ministro de Cultura, Tristan Bauer, de 61 años, está difícil. Y había una época en la que Larreta era más sensato. No rosqueaba una hora más o una hora menos el cierre nocturno en plena disparada de casos en su distrito. Había un tiempo donde no metía la firma en un comunicado de su espacio político contra las restricciones sanitarias cuando él como gobernante era uno de los que las estaba analizando.

Saluden al Presupuesto que se va

Tiene pinta igual de que todo va a ser una anécdota, un recuerdo de cuando se podía dedicar tiempo a la ventaja chica un poquito antes de lo peor. Recuperar la credibilidad para tomar medidas heavy ante cifras y tal vez imágenes llenas de dolor implican otro desafío clave: tirar a la basura el Presupuesto 2021 que había hecho el ministro de Economía, Martin Guzman, para un tiempo casi sin pandemia, y empezar a recordar la audacia 2020, bancar las consecuencias hacia adentro y hacia afuera.

La ayuda del mini IFE por este cierre de quince días y el bono para el personal de salud por tres meses más lo que terminen consumiendo los planes de ayuda laboral (Repro) para gastronómicos hasta ahora implican un gasto de casi $35 mil millones, el 5% de lo que se puso el año pasado. La agresividad de las nuevas cepas y el desafío de lo que viene imponen otros números, otras previsiones, otras prioridades.

¿En serio se va a pagar ejecutar la actualización del Impuesto a las Ganancias para los trabajadores que insumirá $50 mil millones de pesos en el año para el sector que si se para todo ya mostró que la zafa mejor que el resto? ¿Posta todavía el 25% de lo que se recaude del Aporte Solidario a las Grandes Fortunas va a ir a la producción de gas en proyectos de YPF con socios privados, después de todo lo que ha ido recomponiendo el precio de la nafta? ¿Igual se va a patear el arreglo con el Fondo Monetario Internacional para no tocarle los subsidios en energía a la clase media alta, en vez de acordar y usar la ampliación de los derechos especiales de giro en la emergencia y no para pagarles a ellos mismos?

¿No hay que hacer algo con el regalo del cielo que implica la soja cada vez más rumbo a los US$600? Calculan que entrarán US$4 mil millones extra por retenciones. Algunos piensan en financiar lisa y llanamente el rescate de los nuevos golpeados por las próximas medidas. Otros creen que se podría crear un fondo de subsidio cruzado a los productores de alimentos, similar al de los aceiteros, para contener la inflación. Porque si hacía falta más, todo se cocina con una canasta básica para no ser pobre de casi 61 mil pesos para cuatro personas cuando el salario mínimo de referencia de los trabajadores informales ronda las 20 lucas.

Mientras no haya vacunación masiva, el dolor derivará en cierres, y si hay restricciones severas, tendrá que ser con plata. Con la que haga falta. Porque el Covid se lleva vidas mientras las restricciones destruyen los ingresos de las familias, que siguen cayendo en la pobreza, y ahogan a las empresas, que bajan la persiana.

No queda otra.

Está la muerte dando vueltas.

 

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